La Argentina es el único país del mundo que exporta alrededor de un 60% de los granos forrajeros que produce y el 90% de la soja (fuente de energía y proteína, respectivamente). Dispone de tierra,
de agua y de una masa crítica de personas con alto nivel técnico y profesional. Cuenta, además, con una cultura de alto consumo de proteínas animales. Estos factores hacen prever que la producción porcina argentina mantendrá la tendencia de crecimiento marcada en los últimos 10 años.
El aumento de la demanda proyectada a nivel global provendrá fundamentalmente de Asia y África. China es el principal consumidor y productor global de carne porcina y fue autosuficiente hasta el año 2007, a partir del cual comenzó a registrar importaciones crecientes del producto. Difícilmente pueda algún día volver a lograr el autoabastecimiento, porque tienen el agua como gran limitante.
Por las razones mencionadas, la producción porcina representa un mercado con gran potencial para exportar.
Es el sustituto de la carne bovina que mejor percepción sensorial tiene para el consumidor. La carne avícola se encuentra en niveles muy altos de consumo en el mercado argentino con 46 kg/habitante/año (ubicándose entre los más altos del mundo), mientras que el consumo local de carne de cerdo, que está en el orden de 16 kg/habitante/año, no alcanza la media global.
La genética porcina tiene, a nivel mundial, una evolución en el valor producido de un 2% por año expresado en EBV (Estimated Breeding Value), principalmente por mayor prolificidad y mejores tasas de crecimiento diario, eficiencia de conversión del alimento y calidad de la carcasa (menos grasa y más músculo). Los tiempos de ingreso de la genética de avanzada en el mercado argentino se han venido acortando en los últimos años y eso nos permite ganar competitividad.
Se trata de una actividad capital intensiva. Para que el potencial genético se exprese, es necesario contar con un excelente estatus sanitario, condiciones de bienestar animal, alimentación de calidad y esto se logra en sistemas en confinamiento que cuentan con tecnología de última generación. Requiere una inversión por madre (y su descendencia) superior a los 8000 dólares.
La demanda global de alimentos es cada día más exigente en lo que respecta a la calidad intrínseca de los productos, pero también en cuanto a las condiciones en las cuales estos se elaboran (impacto ambiental y social, uso racional de fármacos, condiciones de bienestar animal, etcétera).
El hecho de que en la Argentina aún no seamos autosuficientes –se importa carne porcina de Brasil e incluso también de Europa– y que se estén abriendo oportunidades de exportación, nos brinda la posibilidad de iniciar emprendimientos porcinos que, además de disponer de los últimos avances tecnológicos, contemplen las nuevas demandas asociadas a la producción de alimentos, de manera tal de poder abastecer a los mercados más exigentes. Los países que ya han desarrollado la producción porcina tendrán más dificultades para reconvertirse y cumplir tales requerimientos.
En la mayor parte de las naciones del mundo de base agroindustrial el crecimiento se lleva a cabo con apoyo financiero de largo plazo, una condición que, lamentablemente, no está presente en la Argentina.
Nuestro vecino, Brasil, es un gran productor y exportador de carne de cerdo (el tercero a nivel global) y presenta condiciones semejantes a las nuestras. Eso puede representar una amenaza, dado que ofertas excesivas del producto podrían llegar a generar un impacto negativo en los precios.
La reciente apertura a la importación de carne de cerdo estadounidense, además de representar una amenaza para la producción local, genera un riesgo sanitario, dado que en ese país se registran enfermedades (PRRS y PED) que no están presentes en la Argentina.
Por otra parte, el crecimiento de la oferta interna de carne porcina podría también llegar a tener un impacto en los precios recibidos por los productores. Es importante saber que en nuestro país tienen lugar productividades –próximas a 4000 kilos/madre/año– comparables a las mejores del mundo. El desafío, entonces, es hacer las cosas muy bien: no hay razón “estructural” para que eso no sea posible.
Veamos el ejemplo de México, que, sin ventajas competitivas y teniendo la amenaza del principal exportador de carne de cerdo como vecino “sin barreras comerciales” (EE.UU.), supo encontrar el camino para mantener un crecimiento constante de su producción porcina. ¡Tenemos todo por hacer!
Fuente: Horacio Gabosi (Presidente de Netpork)