La bioeconomía será una opción cada vez más relevante para enfrentar
los desafíos que se vienen, y la Argentina está en camino de ser un actor fundamental.
Se estima que el aporte maicero para el PBI de este año será de unos US$ 9.000 millones
En los últimos años, el concepto de bioeconomía está adquiriendo vital importancia a nivel global como respuesta a las crecientes demandas poblacionales, la menor disponibilidad de recursos fósiles y las consecuencias del cambio climático. A pesar de que el nivel de estabilización de la población mundial inicialmente se estimaba en 9.000 millones de personas para el 2050, revisiones recientes indicarían que esa estabilización se produciría con 12.000 millones de habitantes alrededor del 2100. Ante estas problemáticas comienzan a evidenciarse marcadas tendencias hacia patrones productivos más sostenibles desde el punto de vista económico, social y ambiental.
Bioeconomía, un nuevo paradigma
La bioeconomía surge como un nuevo paradigma que comprende la convergencia de las nuevas tecnologías en los sectores productivos tradicionales, implicando una etapa de transición que sustituiría el modelo de industrialización actual. El foco de las discusiones se orienta a mayores productividades en el marco de mayor sostenibilidad económica, social y ambiental. Estas tendencias conducen al uso más eficiente de los recursos naturales y a mayores requerimientos científico-tecnológicos de los procesos productivos para lograr una captura más eficiente de la energía solar y su transformación en otras formas de energía y productos.
El caso del cultivo de maíz es fundamental, debido a que por sus cualidades bioindustriales logra generar productos sustentables que sostienen además el nivel económico y cultural de los pueblos. En ese sentido, la Argentina está pasando de la agroindustria a la bioindustria: lo que antes eran residuos hoy es materia prima energética, y con maíz se hacen desde pañales hasta pegamento de libros. Pero ese mundo nuevo precisa condiciones para desarrollarse. Hay limitantes, pero sin lugar a dudas el aporte de la cadena maicera a través de la diversificación económica no es algo que va a ocurrir, sino un avance que viene manifestándose desde hace un tiempo.
El aporte de la cadena maicera
La cadena del maíz mostró gran capacidad de respuesta frente al nuevo esquema de incentivos que trajo el actual Gobierno. En la campaña 2015/16, el producto bruto maicero era de US$ 8.000 millones, mientras que en la 2016/17 alcanzó US$ 9.600 millones. Estos datos, provienen de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, que informó además, a través de su jefe de economía, Agustín Tejeda, que en solo una campaña hubo un 38% de aumento de la producción, con un récord de exportaciones: 26 millones de toneladas. “Eso nos permitió consolidarnos como 3er. exportador mundial, con destino a 120 países. Es el sector más diversificado de la economía argentina”, recalcó el mencionado economista.
El maíz genera desarrollo territorial: se trata de un cultivo federal que tuvo expansión en regiones extra pampeanas y es el de mayor diversificación en las regiones productivas, mediante un modelo de agronegocios que se distingue, denominado intensificación sustentable. En la campaña pasada, 1,4 millones de toneladas de maíz (3,8% de la producción) se destinaron a etanol, el biocombustible con que se cortan las naftas, y que forma parte de la nueva bioeconomía.
“Hay que transformar la biomasa”
La bioeconomía no es solo el futuro; es algo que ya está ocurriendo, como vemos en las localidades maiceras de la Argentina, donde se aprovecha al cultivo para generar energías. Hay muchísima biomasa para transformar. Tenemos una gran oportunidad, y desde el Ministerio de Agroindustria estamos trabajando en una política en bioeconomía, con diversos programas y mucho para trabajar: hace falta medir el impacto, en lo social, ambiental y económico, y estamos haciéndolo”, explicó Andrés Murchison, secretario de Alimentos y Bioeconomía del Ministerio de Agroindustria de la Nación, en el marco del reciente Congreso Maizar 2018.
Se trata de producciones con mayor valor agregado, cuyos pilares son la transformación en origen, el desarrollo y empleo local, las bioenergías distribuidas y los nuevos procesos biotecnológicos.
Por su parte, Ramiro Costa, subdirector ejecutivo de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, destacó que “en la Argentina hay recursos naturales, biomasa, conocimiento científico y tecnológico, desarrollo de biotecnología: estamos trabajando en una plataforma de crecimiento basada en lo que sabemos hacer”.
Cómo lograr la transformación
Sin dudas, actualmente se debe producir más y mejor cuidando el medio ambiente. De lo contrario, si se sigue produciendo como hasta ahora, se está llegando a límites en disponibilidad de tierra, agua dulce y combustibles fósiles.
Cabe destacar que los países desarrollados tienen estrategias en bioeconomía, pero la Argentina no está llegando tarde como en otros ámbitos, sino “bastante a tiempo respecto de su desarrollo en el mundo”, según contextualizan desde el sector público.
Sin embargo, varios analistas hacen hincapié en que los nuevos negocios que se generan en la bioeconomía tienen nuevos desafíos: “Tiene que haber una señal de mercado para que aparezcan los precios; se va a requerir que ese sea el factor ordenador, el que dé comienzo, con marcos regulatorios adecuados que generen ambiente y tener acceso a bienes y servicios”, explicó Ramiro Costa.
El economista dijo que “lo que antes eran residuos, ahora se llaman subproductos y generan energía. El maíz, que es uno de los cereales con más capacidad de ser procesado, abre un campo de posibilidades para profesionales jóvenes, para producir no solo alimento o energía, sino un abanico que va desde pegamento de fuegos artificiales o libros, o crayones, hasta pañales o recubrimiento de medicamentos”.
Para que ello suceda, recalcó, se van a requerir nuevos empleos, infraestructura, diseño de políticas públicas y marcos regulatorios y acceso a tecnología.