En la Cuña Boscosa de Santa Fe, donde esta actividad es el principal sostén
de muchas familias, pequeños productores enfrentan problemas comerciales y productivos.
Analizan la situación en el marco de la Ley de Bosques.
En el norte de la provincia de Santa Fe, la producción de carbón representa un factor económico y social de importancia para los pobladores de pequeñas localidades. No obstante, la actividad se desarrolla en un marco de informalidad que afecta a la comercialización de los productos, al tiempo que existen dudas por la sustentabilidad ambiental debido a la explotación del monte para obtener leña.
Norberto Martínez, extensionista del INTA, llevó a cabo una investigación durante sus estudios de posgrado que realizó en la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) para conocer en detalle cómo se desarrolla esta actividad y ofrecer alternativas para mejorar la producción y las condiciones de venta del carbón: “Con la información obtenida en las encuestas y el trabajo en el territorio, evaluamos cómo se podría colaborar desde la extensión para organizar a los productores, mejorar los precios de venta y achicar costos”, dijo en una entrevista a Sobre la Tierra.
La alternativa de organizarse
La producción de carbón estudiada por Martínez se realiza en un territorio del norte santafesino denominado Cuña Boscosa. Allí viven pequeñas comunidades de entre 900 y 1800 habitantes cuya actividad principal es la ganadería bovina. “La producción de carbón también tiene mucha importancia desde el punto de vista social por la cantidad de personas que involucra y por el impacto en la economía de los pequeños pueblos”, explicó Martínez, técnico de la Agencia de Extensión Rural del INTA Garabato, provincia de Santa Fe, quien realizó la Especialización en Desarrollo Rural en la FAUBA.
El extensionista se refirió a las prácticas que se llevan adelante para obtener el carbón y venderlo: “Los productores cortan la leña en el monte y la trasladan hasta el horno donde se realiza la quema. Este proceso puede durar entre una semana y 12 días. Luego, se lleva a cabo el enfriado y el secado durante otros dos o tres días y se saca el carbón del horno a la espera del comprador”.
“Es un trabajo físicamente muy duro, pero le permite a las familias disponer de efectivo y vivir el día a día. Es decir, una vez que el carbón está listo, se vende automáticamente. Por lo general, se le vende a compradores que llegan desde localidades cercanas como Reconquista o Vera, a unos 100 kilómetros de distancia, además de otras localidades”, agregó.
Si bien estos productores tienen otros ingresos —de sus trabajos como puesteros en campos ganaderos, por ejemplo—, en las entrevistas que se hicieron para el trabajo de la FAUBA afirmaron que la producción de carbón siempre les permite obtener mayores ingresos para sus familias. Sin embargo, de las consultas también surgió que uno de los problemas comunes se relaciona con la informalidad de esas ventas, debido a que el comprador define los precios, incluso cuando los productores no están de acuerdo.
El estudio académico también apuntó a generar información que ayude a evaluar diferentes alternativas para mejorar la producción y alentar a los productores a organizarlos. La idea es que se generen mayores beneficios a partir del trabajo conjunto.
“Una vez que tuvimos los resultados de la entrevista, invitamos a una reunión a unos 60 productores de carbón para hacerles una devolución. Vinieron 45. Les recomendamos que podrían organizarse para definir el precio e implementar algunas alternativas viables para bajar los costos, entre otros aspectos a mejorar. Les compartimos cosas puntuales que se podían llevar a la práctica y nos sorprendió ver cómo se mostraron interesados y participaron”, dijo Martínez, aunque lamentó que en los siguientes encuentros no lograron mantener una convocatoria amplia.
“Quizás no volvieron a participar porque son personas que siempre trabajaron de manera individual, entonces es complicado organizarlos”, consideró, y añadió: “Pese a ello, hay cuatro o cinco productores que quedaron muy embalados e incluso tienen ganas de comprar un tractor usado para fletear su propia leña. Lo que ocurre es que actualmente dependen de la comuna local para hacer los traslados desde el monte hasta los hornos; cuando se rompe ese tractor, la actividad se paraliza”.
Conflicto en el bosque
Tanto para los productores ganaderos como para los de carbón, el monte, cuya protección se encuentra amparada por la Ley de Bosques, constituye un lugar de tensión.
Según Martínez, “el productor ganadero de la zona ve al monte como un enemigo y quiere eliminarlo”. Se trata de montes muy cerrados, con árboles y arbustos que dificultan el ingreso del ganado al pastoreo y, cuando están muy cerrados, tampoco permiten que la luz llegue hasta el suelo y crezca el pastizal. En los montes muy cerrados, se necesitan aproximadamente 4 hectáreas por vaca para que la ganadería resulte sustentable y eficiente. En términos ganaderos, son montes muy poco productivos.
Del otro lado, el productor de carbón necesita el monte para realizar su actividad. “Ellos ven a la Ley de Bosques como una amenaza. Dicen que el monte vuelve y que el árbol rebrota”, explicó el extensionista. La Ley de Bosques, en tanto, limita ambas actividades porque determina que la Cuña Boscosa es una zona roja, donde no se puede realizar una explotación para producir carbón, ni un desmonte para expandir la cría de ganado.
Fuente: Sobre La Tierra (SLT-FAUBA)