Esta nueva técnica biotecnológica abre un abanico de oportunidades para el sector agropecuario:
más desarrollos, más actores involucrados y más valor agregado para jugar en el mercado internacional.
“Venimos modificando genomas desde la aparición de la agricultura y la ganadería”, expresó Sergio Feingold, coordinador nacional del Programa de Biotecnología del INTA Balcarce, en su disertación en el marco del Silicon Valley Forum que se llevó a cabo en Rosario el 6 y 7 de noviembre.
En su exposición, donde reflexionó acerca de cuál es el límite que define qué es lo natural y qué es lo artificial, haciendo referencia a que hoy en día “todo está alterado por el hombre”, Fiengold propuso a la audiencia un recorrido por la historia de las modificaciones genéticas hasta llegar a la edición génica y explicó que “podemos tratar de entender qué hacen los genes, pero todavía no podemos crear un gen de manera racional. Desde hace más de 10 mil años hemos venido diseñando y rediseñando a las especies animales y vegetales para que cumplan con nuestros deseos y necesidades”.
¿Qué significa secuenciar un genoma? De manera didáctica, Feingold explicó que “significa tener un gran porcentaje de la secuencia de casi todos los genes de ese organismo, una versión de cada uno de esos genes” y agregó que “hoy la comunidad científica está abocada a establecer cuántas variantes existen de estos genes en la naturaleza. Nosotros no lo podemos diseñar pero sí podemos ver qué hizo la naturaleza a lo largo de cientos de miles de año rediseñando diferentes variantes que se mantuvieron en el tiempo por alguna razón”.
De los transgénicos a la edición génica
El ingeniero agrónomo explicó que el mejoramiento genético de plantas y animales consiste en un proceso que se podría resumir de la siguiente manera: “Se parte de algo heterogéneo, se selecciona lo mejor y llega un momento donde la variabilidad se agota y hay que incorporar nueva variabilidad. Nosotros hemos tenido diferentes formas de incorporar esa variabilidad a lo largo del tiempo”.
En plantas se comenzó a fines del siglo XIX con los primeros cruzamientos, incorporando a través de la posibilidad de cruzamiento sexual, variantes de genes y genes que no existían previamente ahí. A partir del siglo XX y después de la Segunda Guerra Mundial, pensando en la aplicación de la energía nuclear, empezaros a hacer mejoramiento por mutaciones inducidas por agentes químicos y físicos que hacen cambios en el ADN.
“Cuando apareció la ingeniería genética y la posibilidad de identificar un gen, sacarlo y ponerlo en otro organismo, hacerlo funcionar y hacerle creer a ese organismo que ese gen era propio, dijimos ´ahora ya está, tenemos variabilidad infinita´. Inmediatamente nos dimos cuenta que había otros factores involucrados que empezaron a interceder y uno de ellos fue la opinión pública. La definición de organismo genéticamente modificado (OGM) es vaga y queramos o no estamos anclados con el transgénico y tenemos que animarnos a usarlo. Hay que decirlo de esa manera”.
“Argentina fue pionera en el uso de transgénicos a nivel mundial y los beneficios económicos fueron claramente identificados por los productores”, explicó Feingold en diálogo con Agrofy News y agregó: “De alguna manera se reconfiguró el mapa agrícola y productivo del país y hace 20 años que la soja sigue siendo líder de la producción”.