Poco se sabe de los aportes de la biomasa subterránea – en especial la de los cultivos de servicios – al contenido de materia orgánica del suelo. Los expertos nos ayudan a develar el misterio.
Guillermo Rivetti, productor y miembro de la Regional Del Campillo. Su establecimiento se ubica en el Dpto Gral. Roca, al sur de la provincia de Córdoba, donde se desarrolla una rotación con varios cultivos de servicios (CS). A la secuencia agrícola soja – centeno (CS) – maíz tardío – centeno (CS) de siembra aérea – soja – maíz temprano y centeno (CS).
Desde hace dos años Rivetti incorpora a este planteo un pastoreo suave de los CS con la recría, con el objetivo de devolver nutrientes al suelo a través de las heces sin perder de vista el objetivo principal del CS: entrampar rastrojos, mantener la actividad biológica del suelo, el aporte de carbono (C) y de materia orgánica (MO).
Estos son los objetivos de muchos productores que encuentran en los CS una estrategia para controlar la erosión eólica y malezas, entrampar rastrojo y fijar carbono (C) en una región donde predominan los suelos gruesos y arenosos, relieves ondulados y napas freáticas de calidad diversa.
Pero con esta tendencia aparecen interrogantes: más allá del aporte aéreo de los CS, ¿cuál es su acción debajo de la superficie? ¿Qué cantidad de biomasa de raíces dejan los CS? ¿Cuánto del C superficial aportado es incorporado a la materia orgánica (MO)? Qué impacto tiene el pastoreo de los CS sobre su capacidad de aporte de MO?
Estos interrogantes fueron planteados dentro del Equipo de Pensamiento Prospectivo (EPP) de suelos, nutrición y cultivos de servicios de Aapresid (ver recuadro), coordinado por Guillermo Divito, socio y ATR de la Regional Necochea. Para su abordaje se recurrió a los investigadores Sebastián Villarino, Gervasio Piñero y Priscila Pinto (CONICET, Unidad Integrada Balcarce, FAUBA, IFEVA, FAGRO).
La contribución de las raíces a la materia orgánica del suelo: la mirada de los expertos.
El principal indicador de la calidad o ‘salud’ del suelo es su contenido de MO. La misma deriva de la descomposición de residuos vegetales como hojas, ramas, tallos, raíces y sus exudados radicales por parte de los microorganismos del suelo. Además de almacenar grandes volúmenes de carbono (C), la MO asegura propiedades y procesos necesarios para el ‘buen funcionamiento del suelo’.
Los suelos contienen MO con miles de años de antigüedad, y el motivo de esta prolongada permanencia no está del todo claro. Históricamente se pensó que los subproductos de la descomposición formaban compuestos tan complejos (conocidos comúnmente como humus) que hacían difícil su consumo por parte de los microorganismos. Sin embargo, las nuevas tecnologías para medir in situ los componentes de la MO no han constatado la existencia de humus sino que, por el contrario, han demostrado que la misma está constituida esencialmente de moléculas simples.
La respuesta a su tan prolongada permanencia tiene que ver con la interacción entre la MO y la matriz del suelo. Esta última protege a la MO de la acción microbiana a través de dos mecanismos: 1) la asociación con los agregados que impiden el acceso de los microorganismos y; 2) la asociación con partículas minerales finas (limo y arcillas) y la formación de compuestos órgano-minerales resistentes a la descomposición microbiana.
Aquí es donde el aporte de las raíces cobra protagonismo. Las raíces y sus exudados tienen una mayor capacidad para interactuar con la matriz del suelo y acceder a sus mecanismos de protección. La asociación de las raíces con la biomasa de hongos y microorganismos desempeña un papel fundamental en el proceso de formación de agregados del suelo, quienes a su vez las protegen de la descomposición microbiana.
Además, a diferencia de los residuos aéreos, las raíces producen exudados y pequeñas raíces que van muriendo, todo lo que constituye un importante aporte de material orgánico conocido como ‘rizodeposición’. Estas diferencias llevan a pensar que la eficiencia de formación de MO de las raíces es mayor que la de los residuos aéreos.
Figura 1. Eficiencia de formación de MOAM y MOP a partir de residuos vegetales aéreos y subterráneos.
Para develar esta hipótesis se analizaron estudios previos que midieran la eficiencia de formación de MO de residuos aéreos y subterráneos para ambas fracciones de la MO: la materia orgánica particulada (MOP) y la asociada a los minerales (MOAM). La primera es la fracción más lábil de la MO y contiene residuos parcialmente descompuestos, mientras que la MOAM representa la fracción más estable y se constituye de material orgánico fino en interacción con arcillas y limos.
Los resultados mostraron que, en promedio, la eficiencia de formación de MOP de los residuos aéreos es de 5 % mientras que el de los residuos subterráneos del 14 %. Para la MOAM, la eficiencia de formación de los residuos aéreos es del 7 % y de los residuos subterráneos del 19 % (Figura 1).
Los residuos provenientes de las raíces son cerca de tres veces más eficientes para formar MO (tanto MOP como MOAM) que los provenientes de la biomasa aérea. Esto permite inferir que pastoreos suaves del CS no afectarian significativamente los servicios ofrecidos por los CS.