Tras haber eliminado la “pobreza extrema” en 2020 le toca el turno a la “revitalización de la vida rural”. La República Popular alcanzó una cosecha de 658 millones de toneladas de granos en 2023.
El agro chino ha tendido a partir de las reformas económicas y de mercado lanzadas por Deng Xiaoping en 1978 a garantizar la seguridad alimentaria de su población de 1.440 millones de habitantes –la segunda del mundo después de India-; y por eso ha tenido una cosecha de 658 millones de toneladas de granos en 2023, que es el promedio de los resultados de la última década.
Esto ha transformado a la República Popular en la principal productora de granos del mundo, lo que también se revela en los resultados per cápita (450 kgs de granos por habitante anualmente).
Este logro extraordinario lo ha obtenido mediante la incentivación a la capacidad de emprender de los productores agrícolas, que son plenamente libres de trabajar para sí y sus familias, sobre la premisa de que esta es la fuerza impulsora principal de su sistema productivo.
Toda la producción agroalimentaria china está en suma, alejada de una visión burocrática o jerárquica disciplinaria, de arriba para abajo; y es un sistema basado en los incentivos, ante todo los precios y la plena libertad para emprender y trabajar.
La única limitación de fondo es que la superficie sembrada está reducida a 120 millones de hectáreas, fijada por ley como defensa ante el avance incesante de la urbanización, y la necesidad que tienen las autoridades locales de conseguir recursos, ante todo la superficie agrícola.
El sistema chino es de baja productividad, y asciende sólo a 40% del europeo y menos de 20% del norteamericano.
La razón estructural de esta escasa productividad es que la unidad producción es solo de 0.40 de una hectárea en una población rural de 280 millones de productores, que representa 25 % del total.
La Ley Agrícola china establece que la propiedad de la tierra es pública, pero que los productores tienen garantizado su uso por un periodo de 50 años o más, con el agregado que estos atributos legales pueden ser transferidos por sus titulares si desean abandonar la producción y optan por las tareas urbanas. Un proceso que es claramente favorecido por el gobierno, acelerando una tendencia de migración interna que ha hecho que en los últimos 30 años más de 300 millones de campesinos hayan migrado del campo a las ciudades.
A través de cooperativas y asociaciones, incentivadas por los altos precios, los productores tienden a volcarse a las actividades frutihortícolas para vender sus productos en los grandes centros urbanos.
Para eso constituyen cooperativas de elevadas dimensiones, que utilizan en gran escala capital y tecnología de última generación, recurriendo incluso a los inversores del exterior.
Garantizar el autoabastecimiento alimentario es para China una cuestión central de seguridad nacional, de la que depende incluso la sobrevivencia del sistema político.
El objetivo ahora de la República Popular en materia agroalimentaria no consiste tanto en aumentar los rendimientos o elevar la eficiencia del sistema, sino en mejorar las condiciones de vida de la población rural con el objetivo de lograr su plena integración con las actividades urbanas.
De ahí que la prosperidad generalizada de todos los sectores sociales y regionales sin excepción sea la condición para revitalizar la vida rural y asemejarla cada vez más a la de los grandes centros urbanos, ante todo los más avanzados.
Para eso hay que desplegar sistemáticamente la infraestructura de última generación en toda China; y no solo la física –caminos, ferrocarriles, puentes, túneles-, sino también la de Internet, impulsando un denso tejido de fibra óptica en todo y cada uno de los puntos del inmenso territorio de la República Popular (9.4 millones de km 2).
También hay que incentivar en gran escala el comercio por Internet (e-commerce), así como el turismo local, acentuando la identidad de cada región y localidad. Hay un rechazo drástico y definitivo a toda uniformidad burocrática.
China no frena, en síntesis, el cambio incesante que ha caracterizado su historia a partir de 1978; y ahora, tras haber eliminado la “pobreza extrema” en 2020 le toca el turno a la “revitalización de la vida rural”, que es un solo movimiento con su plena integración con las grandes urbes avanzadas.
Esta es la apuesta histórica que enfrenta el agro chino, como expresión de una civilización de 5.000 años de historia que busca un futuro de grandeza, que no es otra cosa en el fondo que una gigantesca restauración del pasado, la conversión de la República Popular en el Imperio del Medio del siglo XXI.
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