Los desafíos a corto plazo para la lechería giran en torno al negocio, combinando el bienestar personal, el animal y la conservación del ambiente, todos con igual importancia valiéndose de las innovaciones tecnológicas que están a disposición para mejorar ese encadenamiento.
Miguel Taverna, como referente lechero del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria fue el encargado de desarrollar las alternativas que plantea el ordeño voluntario y el tradicional para la realidad productiva nacional.
La primera reacción frente al cambio es el rechazo, por eso la generación de conocimiento y experiencia son las claves para superar esos procesos.
La robotización del ordeño tiene mayor influencia en países donde el confinamiento es lo habitual, como es el caso de los nórdicos. Los tambos pastoriles tienen menor adopción y actualmente se está generando un mayor caudal de información para poder avanzar en el paso a esos sistemas, donde el costo de la mano de obra es clave.
De los 900 robots instalados en América Latina, Brasil es el primero en la lista y Argentina está segunda con 240 robots en marcha a marzo de 2023, seguida por Chile.
La automatización y tecnología de precisiónes la más llamativa en el tambo, “a pesar del contexto complicado, en Argentina el diez por ciento de las vacas tienen algún sistema de monitoreo. El 1,5 por ciento de la leche tienen ordeño robotizado en nuestro país”, explicó Taverna.
Los sistemas tradicionales tuvieron ingresos netos superiores a los sitemas robotizados, pero en trabajos más recientes con mayor aprendizaje sobre la tecnología aplicada, “en muchos casos los sistemas automatizados logran resultados similares e incluso superiores a los convencionales”.
La escala de la unidad productiva determinará de alguna manera la adopción del sistema productivo. De mayor a menor costo por vaca para el ordeño, el robot se ubica más alto en la escala frente a los sistemas rotativos y a los de espina de pescado, sin embargo el ordeño voluntario requiere de más ajustes y trabajo en el sistema.
La clave para los robots está en la motivación del animal para ordeñarse, en la circulación y accesibilidad, pero también el nivel de saturación, la espera para la tarea, esto tiene relación con el sistema productivo, la cantidad de animales por robot, la producción por día y la frecuencia de ordeño.
Con la experiencia del INTA Rafaela, de seis años de funcionamiento del primer robot instalado en el país, se demuestra que la continuidad en el trabajo y adaptación permite duplicar la facturación del tambo, mejora el bienestar animal, mejora el vínculo del animal con las personas, pero también le permite al personal trabajar el 60 por ciento del tiempo en el gerenciamiento y manejo del proceso, para que a su vez se traslade esto a una mejora en la monetización del tambo, bajando los plazos para el resto de las tareas que si se requieren en sistemas más habituales.
Los robots pueden estar en una productividad de 1,5 millones de litros por trabajador al año, con un costo de mano de obra del 14 por ciento, mientras que son 250 mil litros anuales en los sistemas tradicionales.
El recupero de la inversión en un robot contemplando la tierra puede llegar por unidad hasta los cuatro años, mientras que la inversión sin tierra puede amortizarse en algo más de dos años. Gran parte de esto depende del tiempo de aprendizaje, que en el caso del INTA se logró una estabilización del sistema a partir del segundo año.
La gestión de datos es fundamental para una avance en los resultados de las empresas tamberas y en esto aporta de manera constante la disponibilidad de tecnología y los robots. La oportunidad y perspectiva que todo el tiempo llega al sector con las novedades aplicadas son muchas, por lo tanto el productor debe pararse frente a su necesidad para mejorar la eficiencia y la rentabilidad de su sistema para orientarse frente a la selección de elementos tecnológicos.
“Necesitamos entender el rol estratégico de la información en la toma de decisiones” refuerza Taverna, sobre la incorporación de tecnología y la modelización de sus consecuencias en la cotidianeidad del tambo, siempre de la mano de la capacitación para que el aprovechamiento sea pleno frente a cada herramienta. La cadena lechera tiene el desafío de centralizar en su formación los próximos pasos para poder ser dados de manera firme y contundente.
Ante este panorama, el productor y médico veterinario Leandro Vanzetti, desarrolló “el cambio generacional y la tecnología: ¿Una puerta de entrada al tambo?”.
Trabajando en el tambo familiar desde 1945 ubicado en Santa Clara de Saguier, reconoce que siempre se apostó a la tecnología, según el paso de las décadas. En 2021 apostaron a un sistema de gerenciamiento digital para poder controlar el tambo a distancia en el que trabajan 15 personas, de 14 familias.
Con 396 vacas en ordeño, logran 31,4 litros por animal diariamente y un promedio de 12 mil litros al año. Avanzaron a la medición de producción individual, que les permitió en dos años con manejo un aumento de 2,7 litros diarios por vaca, con una base de optimización de alimentación individual, pero también la detección temprana de parámetros de salud.
El programa aplicado en la fosa permitió completar cada ordeño 72 por ciento más rápido por animal, que además de tener retiradoras automáticas, con puertas separadoras mejoraron la agilidad de la rutina de ordeño, el reloteo y con una mejora del tiempo que tiene una efectividad de 99,5 por ciento.
Los collares aumentan el manejo reproductivo como ayuda complementaria de los partos, con uso de semen sexado, pero también colaboraron en parámetros de salud.
El uso de bastones ID y las aplicaciones en el celular cargan de forma inmediata la información de cada animal, colaborando con la segmentación de lotes.
Vanzetti reconoce que los obstáculos para incorporar tecnologías son el miedo al cambio, el temor ante los nuevos aprendizajes, pero hay que superar esas limitaciones para aprovechar los datos.
Desde su experiencia personal recomienda crecer gradualmente, adquirir tecnologías que se adapten al sistema productivo propio, que se apliquen a cada instancia paulatinamente, pero se debe evaluar también la disponibilidad y la calidad de los servicios post venta.
Sus próximas metas son la mejora de la guachera, pistas de alimentación, una planificación de galpones, pisos de goma, todo apostado al bienestar animal, siempre involucrando a las nuevas generaciones.
“Tratamos de administrar de la mejor manera lo que nos dejaron y tratar de dejarle a las próximas generaciones lo que nos dejaron, pero disfrutando un poco más que nuestros viejos”, explicó sobre la idea de valerse de la tecnología para ordenar, gestionar y organizar el tambo todos los días.
Por Elida Thiery, especial para Todoagro
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