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Planteos ganaderos intensivos en el noroeste de Buenos Aires


A puro ingenio y manejo verde, un productor consigue potenciar resultados en lotes con limitantes. Tras 4 décadas de experiencias, comparte alternativas exitosas según ambiente.


En el noroeste de la provincia de Buenos Aires el 42% de la superficie presenta severas limitantes para la agricultura, principalmente debido a elevados niveles de sodio, sales, e hidromorfismo. Estas áreas, que histó-ricamente se han volcado a la ganadería, tienen la necesidad de incorporar más tecnología para hacer más eficiente la actividad, como bien explica Miguel Ángel Álvarez, asesor y productor socio de la Regional Lincoln de Aapresid. Luego de 43 años de “poner cabeza” en la zona, el referente nos cuenta qué planteos vienen funcionando para cada ambiente.


Integración ganadero-agrícola


Un profundo conocimiento de los suelos y los ambientes con limitantes le ha permitido a Álvarez zonificar su manejo para mejorar los sistemas. “La agricultura nos da una mano enorme para recuperar suelos y potenciar la eficiencia de la ganadería, ya sea a través de forrajes como de otros cultivos”, comentó.


De acuerdo a su experiencia, cuando uno se embarca en este tipo de desafíos, lo primero es asumir el riesgo. Esto implica “hacer uso de mapas de riesgo hídrico y comenzar a trabajar en aquellas áreas menos complicadas, siguiendo por las de alto riesgo”.


Intensificación del manejo de pastizales en bajos hidro halomórficos


El productor identifica distintas situaciones locales, delineadas por su ubicación topógráfica, influencia del sodio, sales e hidromorfismo y estado del recurso forrajero de partida. En todos los casos, el horizonte de manejo está apuntado a generar raíces y buena cobertura para cortar el ascenso de sales, potenciar la competencia con malezas y sumar fertilidad al suelo.


La situación más beneficiosa es la de los suelos buenos que “esconden” en profundidad otro suelo antiguo, compacto y sódico: los hapludoles thaptonátricos. En el caso de praderas degradadas, recurren sin dudarlo a verdeos para competir frente a malezas rebeldes, como el gramón, gramíneas estivales y rama negra. Con avena vienen teniendo resultados muy buenos, alcanzando 5000/6000 kg de materia seca, detalló.

La incorporación posterior de un girasol o sorgo forrajero o doble propósito para silo suma a la batalla a las gramíneas estivales anuales. El sorgo igrowth -tecnología que le confiere resistencia a herbicidas de la familia de las imidazolinonas- les permite realizar un mejor control de malezas. Al mismo tiempo, las reservas de silo permiten estabilizar la producción, dándole descansos a los demás recursos forrajeros.


Una vez controladas las malezas, la rotación sigue a una pradera permanente con las especies adaptadas, como festuca, cebadilla, trébol blanco, rojo y alfalfa, “que es la que más produce y que mejor calidad tiene en estos ambientes a pesar de los encharcamientos esporádicos”.


En los denominados bajos dulces, “la salida es armar parcelas y hacer pastoreo rotativo del pastizal, lo que nos permite darle descanso a las especies valiosas para que semillen y vuelvan a generar tapiz, entre ellas raigrás, cebadilla, Lotus, Melilotus y Sporobolus”. Más hacia el este de esta zona, se pueden encontrar pajonales de paja colorada (Paspalum quadrifarium), gramínea agresiva de porte muy alto. La estrategia allí consiste en controlar las matas para promocionar especies valiosas del pastizal, o bien sembrar un verdeo al voleo.


Más hacia abajo en el paisaje, sobre suelos con mayores problemas de hidromorfismo y alcalinidad en superficie, tratan de sostener y enriquecer al voleo pastizales de Sporobolus, raigrás, Lotus tenuis, Melilotus y trébol de carretilla. Si los potreros estuvieran muy degradados, una alternativa es implantar verdeos de cebada, comentó. Estos allanan terreno y dan lugar a praderas permanentes de festuca, trébol blanco y Lotus, por ejemplo.


Dando rienda suelta al ingenio en los suelos más complicados


En suelos con el sodio y la sal saludando en superficie, son frecuentes 3 tipos de comunidades naturales: pelo de chancho, blanquizal y los espartos, que son sectores más complicados con mayores probabilidades de encharcamiento, explicó el productor.


En comunidades de pelo de chancho, “damos un salto productivo al implantar cebada como verdeo de invierno”. Según datos medidos este año, en un primer corte luego de 3 meses, obtuvieron casi 1900 kg de materia seca, un poco más de la mitad de lo que puede llegar a producir un pelo de chancho natural durante todo el año”. En verano, el sorgo es una opción más que conveniente.


Llegando el momento de las pasturas, apuestan al agropiro consociado con Melilotus e incluso Vicia. En estos ambientes también tienen experiencias con pasturas de 10-12 años de Panicum coloratum, una megatérmica que tolera heladas, encharcamientos y cierta alcalinidad, pudiendo mezclarse con agropiro y Melilotus.


En los blanquizales o peladales, como su nombre lo indica, la sal está en superficie y no hay vegetación, por lo que son la situación más desafiante. Siguiendo un manejo más osado, han probado con siembras de agropiro y Melilotus con el surco abierto. “Además, experimentamos con siembras semi lister, con sembradora TX, a 40 cm, dejando lomos en el medio que hacen un efecto de mecha y redirigen la sal hacia la parte superior de estos, lejos de las líneas de siembra”, relató.


El último sector, de los espartos es el más complicado de controlar y transitar, por las matas y el encharcamiento. Allí, el ingenio los lleva a usar el rolo faca para cortar las matas de pasto en 1 o 2 pasadas, y luego volear agropiro, Vicia o Melilotus para que vayan colonizando. Es una zona para poner mucha cabeza y hacer agronomía, cerró.


Aapresid

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